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ROMANICO, EL ARTE DEL SIMBOLO

Erotismo en el románico

¿Se imaginan ustedes que un párroco, para ilustrar los peligros de la carne utilizara los lugares más significativos del exterior de su parroquia para colocar fotografías del Penthouse? Es realmente difícil de imaginar

Sin embargo, las imágenes eróticas en los edificios románicos son algo bastante habitual. Y no estamos hablando de erotismo light, algo así como una imagen de Eva en la que se entrevé un pecho, no. Estamos hablando de masturbaciones, coitos, sexo oral y zoofilia. Todo ello en iglesias, de cara a todo el mundo.

La explicación estándar es precisamente la que comentaba al principio: se trata de una advertencia, una admonición contra la lujuria y los pecados de la carne. Hay otra posible explicación, y es que en el siglo XII la vida sexual se llevaba de una manera mucho más abierta que actualmente, no siendo motivo de escándalo que ciertas imágenes aparecieran en las portadas de las iglesias, por promiscuas, e incluso pornográficas que fueran.

Evidentemente quien esto escribe es ignorante de los verdaderos motivos de la presencia de este erotismo tan subido de tono en el románico, pero ciertos indicios que apuntan más bien a la segunda posibilidad, y es que los canteros esculpían en función de sus vivencias, en función de su tiempo y en función de sus intereses inmediatos. Toda obra humana es hija de su tiempo, y está realizada por seres humanos que sienten las pulsiones de su tiempo. Esto parece ser un comentario obvio, pero parece que a veces se olvida. Puedo ilustrar varios ejemplos:

Yo he visto personalmente un escudo del Athlétic de Bilbao en la torre de la iglesia de Santa María de Trujillo, y un astronauta con su escafandra y tubo a modo de cordón umbilical en la catedral nueva de Salamanca.

Vean si no lo creen, fotografiado por mí el 7 de Julio de 2003:

Salamanca_Catedral5

No, no existe ninguna relación entre los constructores de catedrales y los extraterrestres, y no; tampoco los constructores de catedrales tenían acceso a la máquina del tiempo. La realidad es mucho más sencilla: los casos de Trujillo y Salamanca ilustran una tendencia profundamente humana de reflejar los acontecimientos cotidianos en cada momento. Ambos casos son restauraciones modernas, y en ambos casos, alguien quiso reflejar instantáneas de su tiempo para que quedaran inmortalizadas en piedra. No parece descabellado que esa pulsión sea eterna y ubicua.

Estos ejemplos nos inducen a pensar que las imágenes de fuerte contenido sexual son fruto de una permisividad temporal que luego desapareció con la llegada del gótico. Cuando aparece una mujer desnuda cuyos pechos son succionados por sapos, o por serpientes no cabe duda: se trata de una alegoría de la lujuria. Pero es que muchas de las imágenes románicas nos sorprenden por su vivacidad, su frescura y descaro. Algunas son decididamente fuertes.

El románico cántabro es especialmente rico en manifestaciones eróticas, destacando la colegiata de San Pedro de Cervatos por encima de todas las demás. Esta colegiata se encuentra a escasa distancia de Reinosa, y es una verdadera gozada. La crecana de San Cipriano de Bolmir posee imágenes similares, si bien de menor realismo.

Vean la siguiente fotografía de Cervatos, que no es mía. Pertenece a la página www.1romanico.com

Para que se hagan idea de la magnitud de lo ilustrado en ocasiones, vean el siguiente canecillo fotografiado por mí en Julio de 2005 en la iglesia de Santa María do Sar, en Santiago de Compostela:

Sta. Maria do Sar6

TRas observar un rato, podemos entender lo que se ilustra en este canecillo...

Decididamente, en este caso la hipótesis de que los canteros reflejaban la vida real en sus obras no parece demasiado realista. En todo caso, la libertad de expresión parecía casi absoluta en ciertos momentos.

 

 

La portada

Un santuario es como una puerta que se abre al más allá, al reino de Dios. Por consiguiente, la puerta del santuario resume a su vez, y desde el mismo punto de vista simbólico, la naturaleza del santuario entero.

Titus Burckhardt. Principes et méthodes de l'árt sacré.


La portada es la puerta, la entrada al templo. Por encima de todo es la frontera entre el exterior (el mundo) y el interior (el lugar de oración y contemplación). Es el lugar obligado de paso para acceder al interior del templo, y como tal es un lugar significado. Es habitual que haya varias entradas, que estarán al oeste (a occidente) en la fachada principal; o al este, en la fachada meridional. Incluso la fachada norte puede tener entrada. Pero el este está reservado al ábside.

El esquema general sobre el que se basaba el románico entero; el semicírculo sobre el rectángulo que vimos en el post anterior para hablar de las plantas románicas adquiere aquí todo su protagonismo. Repetiremos la ilustración:



Sobre este esquema se añaden diversos elementos para realzar la significación del pórtico: rodeando el semicírculo existirán invariablemente una serie de arquivoltas conjunto de molduras concéntricas que descansarán sobre columnas a ambos lados de la puerta. La unión de las arquivoltas a las columnas se realiza a través de los cimacios, piezas salientes y cuadrangulares que van sobre los capiteles, normalmente historiados. A menudo los cimacios se fusionan formando una imposta que recorre horazontalmente ambos lados de la portada por encima de los capiteles. Las propias arquivoltas son intensa y a veces ingeniosamente utilizados para retratar mil situaciones, elementos geométricos,personajes, leyendas y pasajes bíblicos. A veces el arquivolta exterior está enmarcado por una moldura semicircular llamada guardapolvos que, como un arquivolta más enmarca todo el conjunto.

El esquema por tanto se complica convirtiéndose en esto:



Vemos una realización práctica de este esquema general:



Se trata de la portada de Santa Cristina de Ribas do Sil, en la Ribeira Sacra de Orense, que fotografié en Julio del 2005. Se puede observar el guardapolvos ajedrezado, además de las tres arquivoltas.

Las arquivoltas están todas en diferente plano, formando un embudo de forma que la primera, la más cercana al arco es la más retrasada. De esta forma el vano tiene una forma abocinada, de anchura variable provocando una sensación de estrechamiento. Quien quiera entrar en el templo debe someterse a una constricción, más psicológica que real.

Es como si el efecto buscado fuera someter al fiel a la reflexión de que la visita al templo no es banal, sino que exige el esfuerzo de acceder en estado correcto de limpieza espiritual. Traspasar el umbral significa ser merecedor de ello, y para tal merecimiento hay que pasar por un tramo cada vez más estrecho.

En la siguiente imagen se aprecia perfectamente este efecto llevado al límite: se trata del monasterio de Sijena, en Huesca, la fotografía no es mía, está tomada de la página www.miguelservet.org.



Como se puede ver en las dos fotografías anteriores, el vano de la puerta puede abarcar sólo el rectángulo, o el rectángulo más el semicírculo. El caso más interesante es el primero, porque entonces queda la superficie del semicírculo disponible para colocar en ella bajorrelieves que por su significadísima situación (justo sobre la puerta de entrada) serán siempre de gran valor. Es habitual encontrar en aquí escenas clave de la iconografía románica, como Cristo en majestad rodeado del tetramorfos, la adoración de los Reyes Magos, la sagrada familia, la representación teriomórfica de Cristo como cordero, o su anagrama en forma de crismón. Otras veces aparece el santo titular de la iglesia. Este espacio recibe el nombre de tímpano. En el ejemplo de Santa Cristina de Ribas do Sil lo vemos vacío, por cierto.

Pero la simbología de la portada no está tan sólo relacionada con la función de umbral, paso hacia el interior. Como lugar importante del templo, recibirá una atención especial de quien pase por las inmediaciones del templo, y esta situación será aprovechada para catequizar al transeunte. En el románico del Camino de Santiago veremos una riqueza iconográfica enorme por este motivo: catequesis en piedra, como se ha nombrado varias veces.

La posibilidad de esculpir figuras humanas y animales, o incluso la indicación expresa de hacerlo desde las autoridades eclesiásticas será un enorme beneficio para la historia del arte. Esta posibilidad que estaba vedada a los musulmanes y volverá a estar prohibida a los protestantes unos siglos después del XII para desgracia de sus manifestaciones artísticas respectivas.

Un ejemplo de la posibilidad de llenar la portada de imágenes la podemos ver aquí. Se trata de la portada de la colegiata de Toro, en Zamora, fotografiada por mi en julio de 2003:

Zamora. Colegiata de Toro4

(continuará...)

Butrera y sus cabezas simbólicas

Butrera6

La fotografía anterior fué realizada en 29 de Abril de 2005 en la población de Butrera, en la comarca burgalesa de las Merindades, y corresponde a la ventana central del ábside de la iglesia de Nuestra Señora de la Antigua. Este templo es sorprendente por varios motivos. Vista desde cierta distancia parece un templo románico de segundo orden (¡como si tal cosa existiera!); con un aspecto algo desvencijado. Pueden comprobarlo en la siguiente fotografía:

Butrera10

No obstante, este templo alberga varias sorpresas muy interesantes: una gran imagen sedente de la virgen sin el niño en el interior, un mediorelieve estupendo de la adoración de los magos (en el que San José, para variar, está como ausente), unos canecillos en un sorprendente estado de conservación y el motivo ubicuo de las cabezas humanas por doquier hacen de este templo una visita obligada.

He aquí una selección de sus canecillos:

CANECILLOS BUTRERA

Pero volvamos al tema original del post. Además de las que aparecen en los capiteles de las columnas, vemos diez cabezas humanas en la arquivolta central de la ventana. Pocos motivos románicos son tan inquietantes como las cabezas humanas que no representan a nadie en concreto. Son simplemente cabezas, sin identidad. La cabeza de un evangelista, de Cristo, de la virgen o de un caballero son cabezas de personajes concretos, con rasgos concretos, pero las cabezas a las que nos referimos son otra cosa: son un ejercicio de abstracción en el que se ha eliminado cualquier rasgo específico, recogen todo lo que debe tener tal parte anatómica, pero nada más, y de ahí la inquietud que provocan.

Las diez cabezas aparecen rodeadas por diez serpientes, y no he sabido encontrar explicación para esta simbología tan extraña.

La siguiente fotografía corresponde a la cripta de la iglesia de San Martín de Unx, en la provincia de Navarra.

Unx7

En la iglesia cántabra de Santa María de Bareyo hemos visto en Julio de 2004 también cabezas similares:

8_Sta Maria de Bareyo

Según diversos autores las cabezas humanas abstractas como éstas están simbolizando el espíritu humano, las más altas cualidades del hombre y su intelecto. No es difícil admitir como buenas estas explicaciones: la cabeza es la parte más noble del hombre, situada en lo alto, sede de las facultades intelectivas asociadas a lo espiritual y alejada de partes menos espirituales y más pecaminosas (situémonos en la mentalidad del siglo XII, haciendo un esfuerzo, por favor).

En simbología, la suma de partes no es igual al todo, y determinadas ausencias lejos de menguar pueden potenciar la carga simbólica del objeto en cuestión. De entrada, una cabeza sin formar parte de un cuerpo es inquietante. Un objeto no es bello en sí, sino en relación con todo lo demás.

En una ocasión leí una certera reflexión referente a una mano humana como un objeto intrínsecamente bello y prodigio de funcionalidad. Sin embargo una mano cercenada, abandonada en un campo de batalla es algo muy distinto...

No obstante, no es la inquietud del observador lo buscado en nuestro caso, el interés está en focalizar la atención en tal parte del cuerpo humano, para a continuación eliminar todo rasgo personal que la remita a un posible poseedor. Tenemos así un símbolo doblemente potenciado del intelecto y de la espiritualidad mediando dos ausencias: el cuerpo subsiguiente y cualquier rasgo individual.

El gallo de San Pedro de Tejada (Burgos)

San Pedro de Tejada6

El gallo es un animal representado poco en piedra románica, y sin embargo está cargado de una rica simbología. Es un animal claramente solar que se asocia a la vigilancia: el gallo vigila para señalar la llegada del amanecer. El sol una vez más; dador de luz, calor y vida, aparece como un pilar de la símbología románica. El gallo nos señala el tránsito de la oscuridad a la luz con su canto, de ahí que sea un animal de connotaciones positivas.

La investigadora Marie Madelaine Davy asocia este animal al sentido de la vista, añadiendo un poco más de evidencia a la visión de vigía. Su misión es estar alerta a la salida del astro rey, que por una metáfora obvia se asimila a la venida de Cristo. Recordad el Ego sum lux mundi .

Otros valores añadidos al símbolo del gallo son los de combatividad, valor y fecundidad. Es el gallo uno de los animales elegidos desde antiguo para coronar los puntos más altos de los edificios, en particular las veletas indicadoras de la dirección del viento.

Como en otras ocasiones, la simbología no es cristiana, sino muy anterior. El cristianismo asimilaría sin mayores problemas esta figura. En el caso que nos ocupa será muy sencillo al tratarse de un símbolo solar, y no ctónico; con estos últimos siempre ha tenido el cristianismo más problemas.

La historiadora Margarita Torres, comenta que el gallo es «como poco coetáneo o incluso anterior a Mahoma (580-632)», es decir, que es fácilmente anterior al Islam o se encuadraría en los primeros momentos de su nacimiento.En ese momento, los dos imperios más importantes son Bizancio y Persia. El origen del gallo como símbolo religioso se encaja mejor, históricamente, en el mundo persa y en concreto en la conquista de los Santos Lugares por Corroes II. Este rey de la monarquía sasánida ordena que «todas las cruces que remataban los lugares asociados a Cristo sean sustituidas por gallos dorados». El gallo dorado era el emblema personal del rey de Persia, conocido como «rey de reyes».
Este episodio que relatan las crónicas bizantinas da nuevas pistas sobre el uso y la simbología del gallo. Este animal es el «adelantado» de la luz en el mazdeismo, el culto de Zoroastro y esta concepción pasaría al islamismo colocándolo en lo más alto del cielo; su canto aparece en los hadices del viaje de Mahoma al mundo de ultratumba.
Estos símbolos se «traducen» al mundo cristiano: el gallo anunciador de la resurrección, y adquiere un carácter de defensa frente al diablo. Las veletas ya eran usadas en la antigüedad -torre octogonal de Atenas- pero la figura del gallo se incorpora a ellas en época románica. Entre las referencias encontradas por las restauradoras figura, en primer luhar, un ejemplo en Italia en el año 820.
Un manuscrito del siglo X representa en una miniatura las dos torres de la abadía de Cluny rematadas por sendos gallos; una antigua representación del tapiz de Bayeux (siglo XII) muestra la torre de Westminster con una veleta en forma de gallo. Solían ser de cobre cubierto con una capa de oro. En un códice del siglo XII de la catedral de Oeringhen se conserva un poema anónimo que habla del significado de la veleta:

De Dios es el gallo digna criatura
y él es del presbítero típica figura
sobre el templo el gallo, contra el viento erguido
alza la cabeza y está prevenido
así el sacerdote, cuando el diablo venga,
por su grey pelee y al dragón detenga
El gallo es el único entre las aves
que oye de los ángeles los conciertos suaves
y nos amonesta a que mal no hablemos
y que los celestes misterios gustemos.


La fotografía que encabeza este post corresponde a un capitel interior de la torre de San Pedro de Tejada, en la provincia de Burgos presentando un espléndido gallo perfectamente conservado.

Es precisamente el gallo el que indicará con su canto, y por triplicado, la traición de Pedro a Cristo. ¿Será por este pasaje bíblico por lo que aparece este gallo en la torre de este templo dedicado a San Pedro?

En aquel mismo momento cantó un gallo, y Pedro se acordó que Jesús le había dicho:
Antes de que cante el gallo me negarás tres veces.
Y salió Pedro de allí, y lloró amargamente” (Mateo 26, 69)


En la siguiente ilustración se muestra en interior de la torre, con varias columnas con sus capiteles. Esta torre tiene los vanos geminados por unas esbeltas columnas en uno de cuyos capiteles figura el gallo de la primera fotografía.

San Pedro de Tejada8

La siguiente ilustración es una vista general (suroeste) del templo, para algunos lo mejor del románico burgalés. Se trata de un templo de una única nave y fué construido en el valle de Valdivieso a principios del siglo XIII. La única nave está dividida interiormente en dos tramos, y está cubierta por una bóveda de cañón.

El tramo tercero, que soporta el cimborrio está cubierto por una cúpula semiesférica, muy bien construida, que descansa sobre trompas.

La parte superior del cimborrio se alza como una torre cuadrangular, presentando bellos arcos geminados en su tramo superior, y arcos ciegos en el inferior. Para subir a él hay un cubo cilíndrico sin cubierta, por cuyo interior transcurre una estrecha escalera.

San Pedro de Tejada12

Y esta última, una bella imagen de la luz de la mañana entrando a raudales por la ventana del ábside:

San Pedro de Tejada9

Las fotos fueron realizadas el sábado 10 de Mayo de 2003, hacia las once de la mañana. El templo es hoy en día propiedad privada, o al menos está situado en el interior de un área privada. Para visitarlo hay que pagar una entrada, cosa que uno hace con gran alegría dada la belleza de lo que se va a encontrar a continuación. La señorita que nos cobró la entrada (creo recordar que no nos dió tiquet alguno) nos explicó que este era un edificio románico, que aquello era la puerta, aquello de los lados las paredes y que esto otro hacia arriba era la torre. Menos mal que el edificio hablaba por sí mismo con voz propia...

La existencia de construcciones románicas privadas o en terrenos privados me produce una sensación extraña. En esta ocasión fué rayano en lo ridículo; pero en otra ocasión nos encontramos con el ejemplo contrario. El dueño sabía perfectamente lo que tenía en las manos; y se desvivía por explicar, enseñar y compartir con el visitante la belleza del templo: era la iglesia de Santa Eufemia de Cozollos, en la provincia de Palencia. Por dos veces hemos visitado este templo y en ambas ocasiones la sensación de ser perfectamente atendidos fue completa. EL pago de una entrada es meramente anecdótico cuando ves que la visita es productiva, y realmente para un amante del románico como nosotros, que accede desde la ignorancia, es de agradecer las explicaciones de quien sabe más. Otro día hablaremos de este templo.

La orientación de los templos románicos



Para mí fué una sorpresa enterarme de que la totalidad de los templos románicos, así como góticos están orientados de la misma forma. Sabiéndolo es muy fácil comprobarlo, y si se piensa en ello, parece algo completamente natural. Y es que los detalles a apreciar en un templo parten desde antes de la construcción del mismo. Dos aspectos son fundamentales a este nivel preconstructivo: la ubicación elegida y la orientación.

La matriz ideológica de la que se parte es una religión de tipo celeste, en contraposición con las religiones telúricas. Y esto, por lo que he podido enterarme, es básico para entender todo lo demás. Las sociedades eminentemente agrícolas desarrollaron ritos y creencias muy ligadas a la tierra a la que estaban atados: sus ceremonias tienen mucho que ver con la fertilidad, con el seguimiento de las cosechas y con el propio suelo. Son religiones en las que el elemento femenino es primordial por analogías claras entre la fertilidad vegetal y el embarazo. La diosa madre es una figura típica de este tipo de culturas

Las culturas ganaderas y nómadas desarrollaron por contra unos rituales y unas teologías en los que predominaba el sol, el poder, la fuerza y la virilidad. Eran pueblos de un tipo muy diferente a los anteriores. Su panteón podía ser perfectamente politeísta pero siempre prevalecía la figura de un dios masculino. Pues parece ser que las religiones del libro son de este segundo tipo. Tanto el cristianismo como el islam o el judaísmo parten de sociedades ganaderas con mitologías de tipo celeste, no telúrico-mistérica.

No es necesario que el sol sea precisamente el dios, pero siempre es un elemento natural que simboliza al dios. A través del sol se ve la fuerza del dios, dador de calor y de vida. El día se asimila a la vida y la noche a la muerte. La oscuridad es el lado negativo de la claridad, y las tinieblas están pobladas de malos espíritus.

Cuando las religiones se desarrollan plenamente, estos aspectos quedan por supuesto olvidados , pero permanecen a nivel profundo. Hay mil lugares en los que permanecen las asociaciones profundas que se dieron en las etapas de gestación de las religiones.

Así, oriente es símbolo de nacimiento, de dicha y de paz: por oriente (por el este) sale en sol todas las mañanas. Occidente, el punto contrario es el lugar por el que desaparece la luz dando paso a las tinieblas de la noche y por lo tanto las connotaciones son exactamente las contrarias. La figura central del cristianismo es Cristo; simultáneamente Dios y hombre. Todo templo cristiano es un canto a la venida de Cristo al mundo para dar luz. Ego sum lux mundi (1), dirá Cristo (Juan 8,12). El sol da la luz al mundo apareciendo por el este, con lo que la analogía está servida. Este recordatorio de la figura de Cristo como luz que alumbra el mundo aparece por doquier en el románico, como vemos en este detalle del pantócrator ede Sant Climent de Taüll:



Un templo románico (no sólo románico) tiene el ábside orientado hacia el este, de forma que el eje longitudinal de la nave central recorra la dirección oeste-este. La entrada principal del templo suele estar ( aunque no siempre) en el punto opuesto: en el oeste, donde se encuentra la fachada principal que recibirá los dorados y últimos rayos del día. Cuando el fiel entra en el templo, va de las tinieblas a la luz. La simbología, además de adecuadísima es preciosa. El punto más importante del templo, el altar en el que todo converge, está al este del edificio, en el centro bañado por la primera luz de la mañana que entra por la ventana central del ábside. El paso de los fieles desde la entrada hacia el altar es símbolo del paso de las tinieblas a la luz.

Si los templos tuvieran una orientación cualquiera, como sucede en los neoclásicos, todo esto se pierde. Y con ello se pierde parte de la belleza y riqueza del templo.

En la foto, el ábside de la colegiata de Santillana del Mar, tomana en Julio de 2005 a eso de las 10 y media de la mañana. Se aprecia perfectamente cómo el ábside está bañado por los rayos que inciden de lleno en él. Desde dentro, un espléndido raudal de luz se derrama sobre el altar.

Respecto a este tema, dos comentarios estrictamente personales:

1.- Un tópico cuy socorrido es que el románico es oscuridad y el gótico, como superación de un estilo anterior es todo lo contrario; un canto a la luz. Esto es falso. El tratamiento de la luz en el románico es exquisito. Y como todo fotógrafo sabe, para dar a la luz el protagonismo que necesita, debe haber oscuridad alrededor. El gótico está inundado de luz, aso es cierto; pero por eso mismo, por su ubicuidad en el interior del templo pierde , a mi pobre y posiblemente errado entender, parte de su protagonismo.

2.- Todo este efecto lumínico debido a la orientación se pierde si el templo tiene uno de esos retablos rococós que les han puesto a muchos. Ni son adecuados a los templos ni respetan su filosofía y simbolismo. Le sientan como a Cristo dos pistolas. Un retablo cegando la ventana del ábside es como una pared encalada ocultando la piedra: una bofetada al edificio.

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(1) Yo soy la luz del mundo

La casa de la divinidad.



Contemplen la foto que encabeza este post. Se trata el interior del ábside del santuario de Santa María de Ujué, en Navarra. Este ábside dista bastante de ser "normal", en el sentido de que está englobado en una fortificación de tal manera que no ve la luz del exterior. Obviemos este aspecto no poco importante, e imaginen que se encuentran donde estaba yo cuando saqué la foto. Da toda la impresión de que "se está bien" en ese lugar. No sé decirlo de forma más gráfica. Un templo gótico nos maravilla por mil cosas, entre ellas la grandiosidad, la hazaña constructiva casi inconcebible; pero dentro de un templo románico uno se encuentra bien. Esta verdad la puede comprobar cualquiera que no tenga la sensibilidad de un celentéreo, independientemente de su fe.

Obviando diferencias de tonalidad, totalmente intrascendentes por deberse tanto a la iluminación eléctrica y a las peculiar forma de comportarse mi cámara digital como a mi impericia como fotógrafo, vean la misma sensación de bienestar que produce el interior del siguiente templo:



Se trata de la colegiata de San Martín de Elines en Cantabria, muy cerca de la frontera con la provincia de Burgos. Es un magnífico templo con una simbología muy rica casi centrada en el león como animal inciático y como representación de Cristo. Otra vez hablaremos de él.

Cualquiera sabe que las concepciones de un templo románico y las de uno gótico son diferentes; y sin embargo no resulta fácil condensar en pocas palabras en qué consiste dicha diferencia. Lo habitual suele ser caer en tópicos tales como que " el románico es oscuro y pesado mientras que el gótico es ligero y luminoso .

Esta afirmación no tiene por dónde sostenerse, más allá de unas realidades constructivas innegables, que hacen que el gótico presente unas técnicas novedosas respecto al románico, permitiendo mayor altura, menor grosor de muros y más vanos para inundar de luz el interior. Pero ahora no queremos quedarnos con lo meramente constructivo, sino ahondar un poco más en el espíritu que animaba a los constructores.

Me hubiera gustado encontrar una frase que condensara la diferencia entre el románico y el gótico tal y como yo lo siento, pero no ha sido posible. Y no lo ha sido porque me he encontrado con la frase ya escrita, en el libro Simbología románica de Manuel Guerra, publicado por Fundación Universitaria Española

En el arte gótico el hombre se dirige a Dios; en el románico es al revés

Quien escribe en este blog no comparte la fe de los constructores de catedrales. A veces pienso que si tuviera fe, mi capacidad de gozar del románico se vería multiplicada, pero ya ven: no es el caso.

A lo que íbamos: cualquiera que se haya plantado delante de una catedral gótica habrá comprobado que es inevitable mirar hacia el cielo. Todo en el gótico apunta al cielo. A veces es literalmente imposible no hacerlo, viendo afiladas torres dirigirse a las alturas, o contemplando bóvedas a alturas casi imposibles.

El templo gótico es un lugar que clama al cielo, ansiando trascendencia. En un símil, es un conjunto de volutas de incienso ofrecidas a Dios, convertidas en piedra. En el románico, Dios ha descendido para morar en el templo. Desde un templo románico, la divinidad, la trascendencia está en el interior del templo.

El románico coge en su misma esencia el sentido de templo, no meramente como lugar de oración, sino como casa de la divinidad. Gran parte de la simbología está en consonancia con este hecho capital: el visitante no se ve impelido a elevar su mirada al cielo, sino que es animado a la reflexión, a la paz interior y al recogimiento. No hace falta elevarse al cielo porque estamos en el cielo. La bóveda de cañón románica, a diferencia de las góticas, es acogedora y protectora: se está bien bajo ella.

Considerando que en la época del románico la comunicación entre el fiel y Dios era quizás el acto más importante en que pensarse pudiera, no nos debe extrañar que todo esté condicionado a ese encuentro. La planta del edificio, su alzado, la propia orientación de la que ya hemos hablado, la portada por la que el fiel o el peregrino debe entrar, el ábside, los capiteles historiados...todo lleva al acto fundamental de encuentro con el Dios.

Es quizás esta diferencia con la vida actual, llena de movimientos, luces y ruidos lo que atrae tanto de un templo románico.

Le serenidad que emana del edificio está motivada por la necesidad de trascendentalizar la visita al mismo como una visita a Dios. La "casa" no es una casa cualquiera, sino la mejor de las posibles. En cualquier pueblo podemos contemplar el edificio de la iglesia, magnífico, pétreo; alrededor del cual se arraciman casas humildes de sus pobladores, de adobe o de materiales mucho menos nobles. En la planificación del templo nada puede ser ajeno a esta misión de acoger a Dios, por lo que todo está enlazado y sin embargo todo es extremadamente simple en su concepción primera: la unión del cielo y la tierra por medio del descenso de la divinidad de los cielos a la tierra.

El esquema simbólico sobre el que se apoya la construcción románica es de una simplicidad sorprendente: un rectángulo sobre un semicírculo. La casa de Dios se construye sobre este esquema geométrico.



El cuadrado representa la tierra, el medio círculo el cielo, la bóveda celeste. El cuadrado remite al número cuatro, como cuatro son los puntos cardinales en la tierra; el semicírculo remite a la unidad o al infinito; ambas posibilidades perfectas para simbolizar al cielo, morada de Dios o al Dios mismo. Este esquema simple se repite en planta y en alzado, sencillo, escueto y lleno de sentido. Todo ello realizado en piedra eterna.

En alzado es el arco de medio punto sobre dos pilares; en planta es el esquema básico de un templo románico, pero de concepción muy anterior: un ábside y una estancia contigua. La planta cruciforme es posterior a este concepto, mucho más cristiana, menos arquetípica.

Hace poco hablábamos de la orientación de los templos. Díganme después de lo que hemos ido viendo, ¿no es normal; casi obvio, que el ábside, la zona correspondiente al semicírculo y la zona más sagrada esté orientada a la salida del sol? ¡Cualquier otra posibilidad parece una barbaridad!

A la luz de este esquema simbólico, la casa de Dios se irá edificando con simbolismos añadidos que competen a las naves, los diversos arcos interiores y exteriores, los capiteles, los canecillos, la cúpula, la torre si existe...

En la siguiente ilustración tienen la planta de la magnífica iglesia de Santa María de Uncastillo, en la comarca zaragozana de las Cinco Villas. Se puede observar la obediencia al principio arriba explicado: el semicírculo (ábside) sobre el cuadrado (nave).



Cuando el fiel entra en el edificio, bien sea desde la entrada occidental (al oeste) como desde la meridional (al sur), inicia un camino hacia oriente, desde donde entran los primeros rayos de sol de la mañana. En un camino hacia la luz, mientras nos internamos hacia la zona más sagrada del templo: la morada de la divinidad.

Eso, cuando hay suerte y no han tapiado el ábside con un retablo rococó, con sus angelotes rubicundos y espantosos y los oropeles que tan bien quedan en un anodino templo neoclásico, y... perdón; estoy dejando de ser objetivo."

El difícil papel de San José



En muchos aspectos el románico es extraordinariamente desenfadado. Bajo la apariencia a veces tosca del imaginario, subyace un mundo de relaciones, de críticas, de juegos, de picardías y de chistes antiguos.

El maestro cantero no pretendió en general reproducir de forma realista los objetos, animales o personas que esculpía. Eso ya fué conseguido milenio y medio atrás por los griegos, de una manera imposible de superar. El arte románico es un arte mucho más abstracto, y por ello menos fiel a la realidad objetiva de los objetos que representa.

Por ejemplo: no le importa diferencias de tamaño entre personas situadas en el mismo plano porque quiere expresar diferencias de importancia.

En los temas recurrentes e imoprtantes, el tratamiento es especialmente jugoso, porque hay mucho de lo que hablar, y las piedras hablan por medio de sus formas y significantes ya que no lo pueden hacer de otra manera.

Concretemos un tema: la sagrada familia. En la tradición cristiana, puritana de por sí, no existe cosa igual: una virgen, un esposo casto que no ha yacido con su mujer, un recién nacido, una mula (animal estéril) y un buey (un animal castrado).

Puede alguien imaginarse un alejamiento mayor de cualquier contenido sexual?

En este estado de las cosas, hay que reconocer que la figura de San José es una figura difícil: le ha tocado ser padre sin ser padre. No tiene otra misión que la de acompañante; lo mismo podría ser el esposo de la virgen que ser un simple bienhechor que acompaña siempre a la madre y al hijo para protegerla.

Más aún, el ser esposo hace aún más difícil la situación vista desde el lado humano: tan sólo el hecho de que sea el mismo Dios el que ha embarazado a su esposa hace posible que San José acepte una situación que de otro modo hubiera sido inaceptable.

En la ilustración que encabeza este post vemos la escena de la adoración de los Reyes Magos, en la que aparecen los personajes habituales: la virgen, el niño, San José y los tres reyes ofreciendo sus presentes.

San José está, pero parece que no está. Está ausente, impropiamente mirando distraído hacia otro lado, ajeno completamente a una escena que se supone importante.

Manuel Guerra en su libro Simbología románica (1) afirma que San José aparece invariablemente en un extremo en la escena de la adoración de los magos, siempre con cachava y envejecido.

Jaime Cobreros en su obra Las rutas del románico en España (2) cuenta que esta apariencia de San José de estar de prestado en la escena es completamente habitual en el románico.

¿Es posible que el maestro que esculpiera este tímpano de la portada occidental de la iglesia de Biota, en la comarca zaragozana de las Cinco Villas nos quisiera contar chascarrillos sobre la situación peculiar del casto José?

Uno diría que sí, porque el maestro no escatimó esfuerzos a la hora de mostrar la extraña disposición del santo: incluso está con la cabeza indolentemente apoyada en su brazo derecho, como quien espera con aburrimiento a que termine una reunión familiar especialmente pesada...

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(1). "Simbología Románica". Manuel Guerra. Fundación Universitaria Española.
(2). "Las rutas del románico". Jaime Cobreros. Grupo Anaya.

Psicostasia

Los orígenes de muchos símbolos plenamente cristianos se hunden en la noche de los tiempos y son deudores de ideologías y de religiones anteriores. No estamos haciendo una afirmación fuera de lo común. De hecho, todas las culturas son deudoras de las que las precedieron, y nunca civilización alguna hizo tabula rasa de todo lo anterior.

A veces los símbolos románicos parten de mitos muy antiguos, de civilizaciones desaparecidas tan alejadas del siglo XII como puedan ser la egipcia o la asiria. Otras veces las conexiones no están tan claras y parece que existe una especie de imaginario colectivo que pertenece a la especie humana en su conjunto, sin distinción de lugares ni épocas, posiblemente por pertenecer al inconsciente colectivo de todos los seres humanos.

La Psicostasia o el pesado de las almas en una balanza tras la muerte del individuo para decidir el futuro de la misma la condenación o la salvación es uno de tales mitos. Las imágenes se reproducen desde el inicio de la historia en civilizaciones variadas. La pesada se efectúa por lo general en una balanza de dos platillos.

Veamos esta imagen del antiguo egipto:



En dicho acto se pesaban simbólicamente los actos que el difunto había cometido en vida y se determinaba si era merecedor de una vida eterna. Los egipcios pensaban que era en el corazón donde residían los sentimientos e incluso la memoria, por lo que éste era el órgano pesado. La diosa Maat por medio de su símbolo (una pluma) está presente en el otro plato de la balanza. Esta diosa lo es de la justicia, y figura en el acto de psicostasia como garante de la justa medida y consiguiente resultado de vida eterna o extinción para el difunto. La pluma es una simbología bella y ambivalente: paradigma de la levedad de peso, su mera existencia como contrapeso hace referencia directa a la rigurosidad del juicio que supone la pesada.

Además de la balanza y de los contenidos simbólicos de los platos, es de destacar la presencia de Osiris y de Anubis, o de Osiris y Horus, incluso a veces de la diosa del nacimiento y el dios del destino.

En primer plano, la dios Ammit , diosa con cabeza de cocodrilo y cuerpo formado por dos animales: mitad delantera por un león (o leopardo) y mitad trasera por un hipopótamo. Recibe los títulos de "Devoradora de los Muertos", "Comedora de Corazones", "La Grande de la Muerte", "Devoradora de Amentit", "Habitante de Amentit". Diosa inhumana por tanto, está más allá de la compasión y permanece presta a devorar el corazón del difunto que pese demasiado, indicativo de que no es digno de alcanzar la vida eterna debido al peso de sus actos inmorales.

Sociedades más cercanas a nosotros también tuvieron presente el mito de la psicostasia . La literatura homérica por ejemplo hace al menos dos referencias a pesadas en balanzas de los destinos humanos por parte de Zeus , padre de los dioses. Una decidiendo la suerte de troyanos y aqueos, poniendo en una balanza de oro los destinos de ambos, y otra en el célebre enfrentamiento de Héctor y Aquiles .

Sin embargo, y a pesar de las analogías aparentes, en este caso hay una diferencia con el pesado de las almas: no es la virtud de un difunto quien es pesada, ni su moral o altura espiritual, sino meramente su suerte o su destino. Se trata en este caso de una Kerostasia. El nivel moral del mito griego es muy bajo por tanto, si no inexistente. Ahora no se pesa un alma para efectuar una contabilidad de méritos, sino que se contrastan los hados de dos contendientes o de dos pueblos, más sometidos al capricho de los dioses o del destino que al peso de los méritos o deméritos.



El encargado de pesar las almas en el imaginario románico es San Miguel Arcángel. En las siguiente ilustración vemos la enjuta derecha de la portada de Santa María la Mayor d Sangüesa. La foto está realizada por mi en Agosto de 2005.



La escena transcurre a la izquierda del Pantócrator, a la derecha según ve el espectador. En la hilera superior vemos a ocho condenados que ya han pasado la prueba con resultado nefasto. Están desnudos y se acurrucan los unos contra los otros. Bajo ellos, tres difuntos han superado la prueba y aparecen vestidos en actitud orante con los rostros vueltos hacia el Cristo en majestad.

Tras ellos aparece San Miguel Arcángel con la balanza, y otros dos almas junto una pléyade de demonios que los atormentan, seguramente antes del juicio de la balanza.

La ilustración es una de muchas en el románico español, y es la elegida por haber sido realizada por mi, no por ser la más significativa. Sin embargo es muy jugosa: en el platillo de la derecha (al revés para el observador) está colocada el alma, simbolizada por un ave mientras que en la izquierda el demonio en representación teriomórfica de serpiente muerde el platillo para inclinar la balanza hacia el lado de la condenación y hacerse así con el alma del difunto. La figura del demonio como un tramposo es ubicua. En otras representaciones análogas apoya descaradamente la mano en la balanza mientras mira para otro lado...

En la representación egipcia, Ammit estaba deseosa de comerse el corazón del difunto (que es el análogo a poseer su alma) pero asistía al juicio sin intervenir; aquí sin embargo la actitud del diablo es torticera. Eso es una constante en las representaciones románicas, como iremos viendo.